martes, 18 de enero de 2011

Teoría de la mente: Una lectura de los «procesos mentales» en la teoría atomista del conocimiento de Demócrito.

Esteban Mora Chavarrí
  
1. «Lo intelectivo»


La perspectiva de Demócrito en lo relativo a la constitución del hombre, específicamente, hace una clara distinción entre lo corporal, un compuesto de materia grosera (i. e.,  en tanto que compuesto, inmediatamente sensible), y el alma (pshyché), un compuesto que debe ser considerado materialmente de grado más sutil que el cuerpo. En una primera instancia, una distinción de este tipo conduce a una explicación que remite a la variedad de un mismo elemento como constitutivo del conjunto del hombre y es por ello proclive a una reducción materialista del mismo, ubicándose con ello en las postrimerías de cualquier actualmente llamado «dualismo de substancia».
Teniendo esto en cuenta, ha de considerarse que el punto realmente complejo en la compresión del conjunto del hombre desde la perspectiva democrítea radica en la naturaleza atómica del alma, punto que es  el eje que permite tratar lo intelectivo (nous) que es lo que para el caso interesa. Si bien es cierto que algunas referencias de Aristóteles (A101), Diógenes Laercio (A1), Aecio (A45) y Filópono (A113) (este último en relación con Aristóteles) coinciden[1] en el punto de equiparación del alma con el intelecto, ello ha de ser considerado un primer punto problemático y, asimismo, puesta en tela de duda aquella consideración que no distingue entre ambos aspectos.
Para ello, considérense las siguientes cuestiones aclaratorias y a la vez problematizadoras relativas a las fuentes referidas:
a. El alma es afirmada constitutivamente similar al fuego: se parte de que el fuego está constituido por átomos cuya naturaleza les permite gran movilidad intrínseca relativamente al compuesto (A101). Estos son móviles debido a su pequeñez, lisidez (carácter liso) y redondez, características que hacen al fuego un compuesto substancial tan ligero. Según Aecio (A102) el alma es ígnea y, asimismo, según Aristóteles el «intelecto»[2] tanto como el fuego posee átomos de figura esférica, la cual es la más apta para el movimiento (A28).
b. El alma no puede ser constitutivamente igual al fuego, aunque sí similar: la naturaleza de los átomos impide que el compuesto substancial fuego sea igual al compuesto substancial alma, de lo contrario fuego equivaldría a alma. Pero ello no es así, luego, alma y fuego no son compuestos atómicamente iguales.[3]
Respecto de a y b se ha considerado lo siguiente:
c. El intelecto no equivale al alma: del hecho de que (desde Aristóteles) se le atribuya al alma la receptibilidad de las sensaciones, no se desprende que el intelecto, en su propiedad cognitiva, deba reducirse a lo mecánico-sensitivo (sensacionalismo). Los recursos explicativos atomísticos no implican la reducción de lo epistémico (intelectivo) a la mecánica de la sensación. El alma es en sí misma parte de una explicación física pero sólo el punto de partida para una explicación epistémica, la cual, propiamente hablando, ha de remitirse a un orden distinto del estrictamente mecánico, scil., el epistémico-intelectivo.
d. El intelecto es una característica propia del alma: el alma posee como característica esencial el pensamiento (intelección) o, dicho de otra manera, el intelecto es una acción del alma, i. e., el efecto de un compuesto substancial atómico al que subyace un movimiento simplemente atómico. (Los puntos c y d serán justificados en el apartado segundo a la luz de B7).
Entendiendo lo intelectivo desde su concepción más básica, como un acto del alma que es relativo al pensamiento, éste ha de ser considerado un complejo de efectos que proceden del movimiento de los átomos que componen el alma, pues ha de tenerse en consideración que todo efecto procede de un movimiento. En esta medida, el alma y el intelecto se reducen en última instancia a un mismo proceso mecánico, mas ello no equivale a reducirlos en su misma complejidad a fenómenos procesuales equivalentes. Hasta aquí, se habla de una explicación en términos mecánicos que ubica al intelecto en el ámbito de lo atómico, en tanto que parte de ello, aunque esto no significa que hay una razón de peso para quedarse en este campo de la mecánica, como ya se mencionaba con antelación.
Siguiendo esta línea, la esfericidad de los átomos puede considerarse un primer nivel explicativo del intelecto (alma)[4], puesto que esta forma o figura es claramente la más apta para el movimiento ligero (A101). La velocidad de los átomos puede ser elemento esencial en un segundo nivel explicativo, h .e.,  en torno de lo intelectivo. Estos niveles u órdenes explicativos claramente no están explícitos en los fragmentos considerados como democríteos o en los referentes al abderita, pero han de ser tomados en cuenta como conceptos explicativos de otras cuestiones sí explícitas en los mismos. Pero, primeramente, para aclarar estos conceptos introducidos, tómense en cuenta las siguientes consideraciones en las que estos son aplicados a cuestiones básicas de la física atomista. A propósito de la naturaleza de los átomos del alma, léase lo siguiente:
a. La esfericidad puede ser considerada un elemento[5] que antecede explicativamente al carácter motriz de un determinado átomo, i. e., es una cualidad primaria. Si un átomo no se ha considerado esférico, eo ipso, no se ha de considerar parte de un compuesto ligero (o tan ligero como el fuego o el alma).
b. La velocidad puede ser considerada una propiedad[6] atómica (claro está, muy básica) que está determinada por la figura de un determinado átomo.
c. De a y b se ha de derivar que la velocidad se ubica en un segundo nivel explicativo del carácter de lo atómico, en tanto que sucede a las características estructurales (primordiales) de los átomos.
Como corolario de esto, habida cuenta de la naturaleza de los átomos esféricos que componen el alma, el intelecto podría ser causativamente el producto de un elemento primordial de lo atómico, i. e., una propiedad de segundo orden explicativo que se ubica en el ámbito de lo mecánico, mas no de lo meramente mecánico. El reduccionismo mecanicista bien podría contar con niveles explicativos que lo hiciesen primo-causativamente (aunque no explicativa ni procesualmente) un reduccionismo ingenuo. Con ello, lo que se pretende resaltar es fundamentalmente que el intelecto es algo más complejo que un compuesto de átomos (como sí lo es el alma), en la medida en que no hay una razón suficiente para afirmar que los procesos cognitivos deban reducirse a la simple mecánica.
Desde la perspectiva de este trabajo lo intelectivo se ha de explicar, entonces, en orden a los efectos de la velocidad de los átomos. Si bien de manera hipotética (no explícito en los fragmentos), se considera que a partir de cuestiones tan básicas como la figura-magnitud y movilidad de los átomos del alma (cuestiones referidas por Aristóteles) cabe establecer cierto tipo de conductas determinadas relativamente a estos. Si se cuenta con aquellos elementos primordiales, es posible establecer una explicación conductual de un cierto tipo de átomos que no varíe ningún criterio conductual de movimiento, e. gr. introducir un movimiento natural.
Así, se puede establecer con los preceptos establecidos en, e. gr., A101, cierto complejo de interacción de aquellos factores (recuérdese, figura-magnitud y movilidad) y establecer cuestiones relativas al alma y al intelecto. La velocidad de los átomos no explica estrictamente lo intelectivo, pero sí aporta las condiciones físicas que hacen posible explicarlo. Así, la velocidad de los átomos del alma y sus constantes colisiones de alto impacto generan gran caos en el compuesto, h. e., la esfericidad de los átomos y la gran velocidad generarían condiciones de rebote, la gran cantidad de átomos y las condiciones de rebote intensificarían el grado de las colisiones, la gran velocidad y la intensificación del grado de las colisiones generarían condiciones de fricción y, por ende, de calor en el alma. Ello, además de encajar con la concepción histórico-jónica del alma como un principio calórico que da vida al cuerpo[7], permitiría hablar de cognición como un fenómeno distinto de la simple percepción.
Ha de recalcarse que un proceso explicativo de este tipo tampoco rompe con la relatividad de las cualidades sensibles que sostenía el abderita. El calor del que se habla no es de orden perceptivo ni relativo a la condición de un sujeto que se altera, por el contrario, dicho calor es relativo a la naturaleza de un determinado tipo de movimiento. No se habla de un conocimiento de carácter objetivo ni mucho menos; ese no es el punto, sino que se remite al resultado de una específica conducta relativa a los átomos, i. e., se establece una explicación allende del carácter perceptivo y la respectiva alteración sensitiva de cualquier individuo. Por ahora, se está tomando en consideración la naturaleza física del alma y del intelecto, lo que (a diferencia de lo estipulado en A101) no remite a condiciones epistémicas. No se es partícipe de un reduccionismo epistémico-perceptivo del atomismo democríteo[8].
Finalmente, ha de retomarse que se ha considerado al alma como un compuesto de átomos y al intelecto como un resultado de las condiciones de relaciones físicas de aquella, o sea, como el resultado de una interacción que se ubica en un segundo orden explicativo que ha de precisar del compuesto substancial atómico alma como condición precedente para su acción. Es una de principales tareas de este escrito el encontrar una razón suficiente en el pensamiento democríteo para afirmar todas estas consideraciones (hasta ahora bastante hipotéticas) con mayor precisión.

 
2. «Proceso»


Se ha hablado ya de lo intelectivo, ahora se ha de esclarecer de manera general lo que es un proceso en orden a explicar lo que es específicamente un proceso mental (en el siguiente apartado). Recordando la introducción, ha de entenderse proceso como la vinculación entre un elemento «x» y un elemento «y» en tanto que relacionados por una categoría «w», i. e., proceso se define por su carácter explicativo de relación en un segundo orden. Como ya se mencionaba en el apartado anterior, desde el atomismo, los elementos inmediatos, explicativamente hablando, son los átomos. El resultado de las relaciones entre éstos no es un átomo sino bien puede hablarse de una propiedad atómica, razón por la cual ese derivado de (lo atómico) pertenece a un segundo orden explicativo dentro del atomismo mecánico, como ya se ha hecho mención.
Ahora bien, un «proceso» explica una relación entre elementos (o sea, átomos) con un precedente estrictamente mecánico, puesto que antes de la colisión, causa del movimiento que reúne el átomo «x» y el átomo «y», no se da proceso alguno. Esto, pues no hay proceso que no sea un proceso atómico (no hay nada que subyazca a la mecánica). Entonces, para toda relación «x-y», tanto x como y han de representar algún determinado tipo de átomo. La relación entre ambos («w») ha de ser el producto de la colisión a la que conduce el movimiento primitivo de aquéllos. Entonces, para toda relación «x-y», «w» ha de derivar de las características elementales de x y y (fundamentalmente de la figura).  Con ello, se han identificado ya, al menos, la condición inicial de algún proceso y se ha determinado que este no se reduce a la suma de las características de «x + y», dado que, ha de recordarse, el proceso no ha de reducirse necesariamente a un elemento del mismo nivel explicativo que el átomo en cuanto tal.[9]
Ha de tomarse como referente y como piedra angular de este escrito un término utilizado en B7 considerado desde esta perspectiva el núcleo de la teoría explicativa de la física atomista relativamente a lo se ha considerado ya en el apartado primero y que ahora cabría llamar un «mecanicismo complejo de la mente». Antes que todo, B7 ha de esclarecer primero y de manera un tanto general lo que es un «proceso». Si bien, más adelante, a la luz de éste fragmento se tomarán herramientas para la explicación de las condiciones implicadas en lo que es un «proceso mental» desde la perspectiva democrítea, por ahora ha de ser tomado en términos un poco más elementales, en orden a explicar algunos factores que se consideran importantes y aclaratorios. Dice B7, con Sexto Empírico (Adv. Math. VII 137) citando al abderita:

En realidad nada sabemos sobre cosa alguna, sino que en todos los hombres su opinión es una reforma (de su disposición).[10]
Se ha considerado que el término πιρυσμίη (epirusmié)[11] (en esta versión traducido por «reforma») lleva implícito el término rusmós[12] y que el primero es una manera de manifestar específicamente lo que el segundo hace significar genéricamente, i. e., rusmós es la una noción fundamental implícita en epirusmié. Ha de analizarse rusmós como punto de referencia de la determinación de una noción algo general de proceso.
Así, cabe afirmar desde B7 que la «opinión» es posibilitada gracias a una recepción de átomos tan sólo en un primer nivel explicativo, i. e., la re-forma aludida (epirusmié = proceso que consta de alteración-reestructuración-reconstitución de un compuesto) se da en el alma (dado que es la encargada de la cognición), puntualmente en lo relativo a la disposición (diathésis[13]) de ésta (eo ipso, en un perceptor que posee alma). Una reformulación implica, entonces, una re-disposición del perceptor, h. e., la opinión es una reforma de la disposición del sujeto, la cual se ubica en el orden del rusmós. Así, el rusmós del alma se altera por la intervención de átomos externos que la afectan, proceso hasta ese punto mecánico, dando paso a una epirusmié o sobre-estructuración que se ubica en un segundo orden explicativo que supera lo meramente mecánico. El paso del estado «a» al estado «b» implica un proceso. Más aun, incluso antes de una determinada percepción el alma ya estaría estructurada de un cierto modo y, asimismo, lo intelectivo habría de preceder a esa determinada percepción. Este fenómeno referido en B7 ya será puntualmente utilizado en el siguiente apartado para explicar lo que implica referirse a «proceso mental» en la producción del conocimiento en el abderita.
Por ahora, ha de tomarse este rusmós como noción general relativa a lo que es un proceso. El rusmós responde a una estructuración (rusmós (→ compuesto) ≡ estructura)[14] tal que determina la naturaleza en que están dispuestos los compuestos (epirusmié re-disposición) y, asimismo, se corresponde con una re-identificación del mismo relativamente a una primitiva composición. Un elemento «x» y un elemento «y» poseen relación en la medida en que participan de un rusmós, i. e., un aspecto estructural que ahora puede ser vinculado con lo que anteriormente se hacía llamar una propiedad (atómico-mecánica)[15].

3. «Proceso mental»


Es hora de afirmar explícitamente que se considera que Demócrito no hubiese considerado escandaloso el afirmar procesos cognitivos de carácter superior, i. e., de un segundo nivel explicativo. Según lo apuntado ya respecto de la palabra epirusmié, se considera que B7 permite afirmar lo que desde Demócrito sería un proceso mental. Si un proceso se determina respecto de una relación «x-y» relativamente a una categoría «w», el influjo de átomos en un perceptor que está dispuesto de cierta manera permite:
a.       Alterar, en términos mecánicos, un orden primitivo (previo) de disposición.
b.      Re-estructurar la disposición de los átomos en un compuesto.
c.       Re-componer el compuesto.
El conocimiento no se limita al sensacionalismo que Aristóteles atribuía a Demócrito, ya que la cognición amerita de un proceso de alteración del alma y una reconstitución de la disposición atómica y composicional de la misma. En esta medida, implica de un proceso mental que inicia en la mecánica pero que en último término acaba por superarla.
Al ser el alma un conjunto (dicho esto en todo el sentido de la palabra) de átomos y estos últimos bastante ligeros, el rusmós del alma recibe constantemente átomos aislados que lo afectan pero que, en última instancia, consiguen una identidad meta-mecánica en la regularidad estructural del rusmós paralelamente a los influjos (a la mecánica). La mente habría de ser considerada, entonces, como un conjunto de propiedades atómicas que sucede a la recepción de átomos, i. e, resulta un producto cognitivo de lo atómico (del alma) que se ubica en un segundo orden explicativo.
Así, la lectura que aquí se ha propuesto acerca de los «procesos mentales» en Demócrito enfatiza la importancia de replantear la noción de proceso a la luz de B7. La noción de epirusmié es fundamental puesto que permite reconsiderar las condiciones del mecanicismo tradicionales atribuidas a Demócrito. No se pretende romper radicalmente con lo que puede ofrecer una explicación mecanicista (tampoco se considera sensato exportar desmesuradamente nociones contemporáneas a la antigua Grecia), sino que se busca destacar elementos que pudieron haber sido objeto de las tesis democríteas y que desde algunos fragmentos pueden ser ampliamente desarrollados.
Por otro lado, B7 abre a la vista un horizonte tremendamente más amplio ya que por lo presente en B33 y lo aportado por Aristóteles (rusmós [Metafísica 985b15-b16]) es manifiesto un paralelismo que remite a una noción subyacente, i. e, B7 alude a un ámbito epistémico, B33 a lo que por Vlastos ha sido considerado un ámbito ético y el aporte Aristotélico a un ámbito muy básico de la física del abderita. Así, sería importante investigar: ¿qué subyace a estos aspectos? ¿Qué noción precede al «ámbito»? ¿En qué medida ese rusmós remite a una «identidad» y hasta qué punto una noción de este tipo replantearía lo tradicionalmente considerado (y atribuido) acerca de la física del abderita?
Con esto, si bien queda mucho por decir, cabe afirmar, aunque con preocupación, que la intención de este trabajo es clara: tratar de complicar el atomismo democríteo, o más bien la concepción que respecto de éste se ha tenido y mantenido, en aras de destacar cuestiones dejadas de lado y que podrían resultar esenciales para una reconsideración de lo atribuido al atomismo-cognitivo del abderita, fundamentalmente a la luz de B7.



Notas

[1] Es rescatable A113, en donde Filópono dice claramente que la relación alma = intelecto no se encuentra afirmada de manera expresa en las referencias de Demócrito, sino que ello es una derivación silogística meramente aristotélica (Véase nota siguiente).
[2] Aristóteles no encuentra una distinción entre pshyché y nous en tanto que considera, mediante una inferencia, que la categoría de la sensación y la categoría de la verdad, respectivamente, no poseen distinción alguna relativamente al conocimiento, i. e., son equivalentes en todos sus aspectos (como lo hace señalar Filópono en A113 y se hace explícito en por el Estagirita en A112 y más radicalmente aún en A101 [que dice: «No considera [Demócrito] que el intelecto sea una cierta potencia, relacionada con la verdad, sino que afirma que el alma y el intelecto son lo mismo» (Eggers y Juliá: 339]). Entonces, partiendo de la premisa de que nada es verdadero puesto que todo depende de una realidad última (premisa sí apegada a la epistemología considerada democrítea [e. gr.: B10, B6, B7, B8, y fundamentalmente B117 y B125), scil., los átomos (y el vacío), el Estagirita deriva que sensación e intelección han de equivaler y, asimismo, alma e intelecto no se han de indiferenciar. Así, en A101 considera que el intelecto está compuesto por átomos esféricos, lo cual hace prever que, dado el recurso meramente inferencial, Aristóteles realmente desconocía si ello era referido o no de ese modo por el abderita (ha de recordarse que en A113 Filópono niega que tal inferencia deba ser considerada democrítea y sí afirma que es estrictamente una consideración aristotélica). Así, se ha considerado que el Estagirita le atribuyó la reducción de su silogismo (sensación = intelección/alma = intelecto) a Demócrito.
Explicativamente, no es problemático afirmar que el alma posea átomos esféricos al igual que el fuego (esto ya es de por sí unánimemente aceptado), por lo ya afirmado, pero la inferencia aristotélica reduce todos los postulados atomistas a un ámbito exclusivamente epistémico, i. e., convierte inmediatamente una afirmación física (mecanicismo de la percepción) a una afirmación estrictamente epistémica, sin tomar consideraciones subyacentes. Desde la perspectiva de este trabajo esto último sí se ha considerado problemático. En este sentido, se ha de tomar en cuenta la indirecta afirmación de la esfericidad de los átomos del alma (consideración física), mas no así el hecho de que el intelecto equivalga a aquella (consideración epistémica). Afirmar esto último sería atribuirle a Demócrito una teoría sensacionalista del conocimiento tomando como única referencia un silogismo aristotélico.
[3] Lo que se pretende afirmar es que los átomos que componen el fuego no son iguales en todos los aspectos a los átomos que componen el alma (v. gr., diferirían al menos en magnitud). Como lo refieren Eggers y Juliá: «Las diferencias que existen entre los átomos permiten explicar las diferencias existentes entre las cosas así como la diversidad de sus cualidades» (p. 197). Por otro lado, según Guthrie (p. 239), ha de tomarse en cuenta la influencia de los predecesores y contemporáneos a Demócrito en torno a la asunción asociativa de la vida (alma) con el calor (fuego), así como con la inteligencia (intelecto).
[4] Ha de recordarse que el alma y el intelecto pueden ser considerados equivalentes sólo desde el nivel explicativo de un proceso subyacente, scil., el proceso atómico primitivo. La equiparación, entonces, no es una equiparación de naturalezas sino de procesos causativos.
[5] Entiéndase por ello una característica primordial que determina otro tipo de características (para este caso, la figura de un átomo es una característica primitiva [v. gr., ello está presente en A6]).
[6] Entiéndase por ello una característica que sucede al elemento primordial (para este caso la figura de un átomo) y, por eso mismo, de un segundo (aunque muy básico) orden explicativo.
[7] Ver nota al pie número dos.
[8] De este modo, se salvaguarda la simpleza de los átomos relativamente a cualidades sensibles, pues no se cualifican estos en tanto que átomos sino con posterioridad explicativa, o sea, en tanto que conforman un compuesto.
[9] En la búsqueda de un referente contemporáneo en el campo de la filosofía de la mente, se ha considerado que esta idea de «proceso», relativa a lo atómico, puede ser puesta en relación con la postura de John Searle (puntualmente en su texto Mente, lenguaje y sociedad), catalogada como un «naturalismo biológico», en lo relativo a lo mental. En líneas generales, este autor permite reconsiderar las lecturas reduccionistas de lo mental en tanto que su explicación rehúye a una concepción privativa de, e. gr., la intencionalidad, h. e., evidencia una inclusión de lo mental en el mundo de lo biológico sin reducirlo ingenuamente a ello.
El planteamiento general del naturalismo bilógico searleano ha sido aquí considerado como una alternativa valiosa que permite eludir tesis de tipo fisicalistas o eliminativistas en una posible lectura no-(estrictamente) reduccionista de un pensador atomista como Demócrito. Así, su alternativa ha contribuido a fortalecer una noción de «proceso» amparada en precedentes estrictamente atómicos que de ningún modo han necesariamente de negar connotaciones diferentes de lo físico. De este mismo modo, existe una concordancia en la alusión a niveles explicativos de lo físico y lo mental en la perspectiva searlena y en la idea de «proceso mental» que, a la luz de B7, se desarrolla en este escrito para las tesis consideradas atómico-democríteas.
[10] Este fragmento ha sido y es indiscutiblemente aceptado como democríteo, ello no será cuestionado en este momento. La versión citada es la utilizada por Conrado Eggers y Victoria Juliá (p. 336). En un sentido explicativo, desde la tesis sostenida en este escrito, ha sido considerada teóricamente contradictoria respecto de la  versión de C. C. W. Taylor. Esta última dice así: «This argument too shows that in reality we know nothing about anything, but each person´s opinion is something which flows in [in-flujo]». La asumida contradicción consiste en que desde la primera perspectiva citada se pretende denotar que, si bien la «opinión» es causada por un fenómeno mecánico como lo es la recepción de átomos, debe ser considerada una «reforma» en el perceptor (incluso cabria la posibilidad de aludir a  un «sujeto cognoscente»), mientras que desde la segunda perspectiva citada se pretende dar un enfoque no en la «reforma» de un sujeto (puesto que esta es sustituida por un fenómeno estrictamente mecánico, según el cual no tendría sentido referirse a un«sujeto cognoscente») sino en el «in-flujo» de átomos dentro del perceptor que detenta la capacidad de opinar, siendo ésta última causada únicamente por aquel «in-flujo».
Ahora bien: ¿por qué estas tesis han de ser consideradas explicativamente contradictorias? Porque la una (relativa al «in-flujo») propende a un reduccionismo de los niveles explicativos en tanto que alude a una mecánica excesivamente simple, i. e., no agrega nada al mecanicismo causalmente simple, mientras la otra (relativa a la «reforma») abre la alternativa de la pluralidad de los niveles explicativos. En esta medida, una perspectiva sugiere elementos explicativos meramente mecánicos (flujo de átomos) que no permite introducir más que un solo nivel explicativo, mientras que la otra abre la posibilidad de incluir otro tipo de aspectos, como el caso de una «reforma» de la «disposición» de un perceptor («sujeto cognoscente») y a la vez permite introducir niveles explicativos dentro del mismo, h. e., agrega algo al simplemente simple mecanicismo. Así, si se toma la primera versión no cabe hablar más que de mecánica simplemente simple, si se toma la segunda versión no cabe hablar de mecánica simplemente simple. En fin, desde la perspectiva de este escrito se ha considerado que un reduccionismo de niveles contradice la pluralidad y posible alternación de los mismos. 
[11] Esta palabra suscita problemas ante los especialistas. Taylor la hace derivar de epirreo («flujo», «efluvio»), lo cual (por lo señalado en la nota precedente) contradice explicativamente la perspectiva de estudio de este trabajo (que la hace derivar de rusmós). Taylor deja de ser un problema en el momento en que justifica su postura desde un autor como Hesyquio (del siglo V d. C), i. e., su único recurso filológico para justificar el uso de la raíz epirreo es un autor claramente tardío. Desde la perspectiva de este trabajo, el rastreo de la palabra epirusmié tiene su procedencia jónica, como lo hace evidente su terminación  - ē.
Uno de los criterios más fuertes para la afirmación de la perspectiva rusmós radica en B33, en donde la utilización de la palabra metarusmoi permite afirmar que la raíz rusmós no se remitía exclusivamente a epirusmié, sino que rusmós poseía otros usos en el lenguaje de Demócrito. Ahora bien, en cuanto al significado propio de rusmós ha de tenerse en cuenta que esta palabra se encuentra en Aristóteles (Metafísica 985b15-b16 [Bekker, Oxford, 1924]) que, en alusión a la distinción entre átomos que el Estagirita le atribuía a Demócrito, esta equivale en su terminología a schéma solo que el uso de rusmós por parte de Aristóteles denota una fiel referencia a la terminología democrítea. Así, rusmós = schéma denota «figura», «estructura» o «forma». Como lo señalan Eggers y Juliá, también se encuentra en Aecio (A125), sólo que con la variante rhuthmós, pero lo rescatable es que, de las características principales de los átomos presentes en ambos testimonios, es la única palabra en la que concuerdan Aristóteles y Aecio.
Más allá de ello, lo radical de la interpretación de este trabajo atiende al contexto en que Demócrito utilizaría epirusmié, pues en B7 no se hace alusión al rusmós de los átomos sino al rusmós de la percepción, h. e., al rusmós del alma (un compuesto de átomos), caso en el cual  denotaría incluso la denominación de «estructura atómica».  Así, volviendo a la interpretación de Taylor, derivar epirusmié de epirreo implicaría negar que B33 debe ser atribuido al abderita (lo que implicaría un trabajo mucho más profuso por parte de Taylor) y, más grave aún, el negar  que Aristóteles (e incluso Aecio), quien utilizó rusmós  para referirse a Demócrito, no utilizó una terminología propia del abderita.
Así, desde la perspectiva de este trabajo, se adopta la trilogía epirusmié (B7), metarusmoi (B9) rusmós (Metafísica 985b15-b16) (y se toma, aunque con menor importancia, la referencia de Aecio A125) como punto de coincidencia que permite considerar que cada elemento alude a una misma referencia, scil., el uso terminológico del abderita. Finalmente, ha de considerarse que, de asumir la perspectiva de Taylor (que curiosamente no pone en duda que B7 sea un fiel referente democríteo), se ha de dejar de lado tanto B33 como el aporte aristotélico (y A125) en función de una referencia que data de un autor del siglo V d. C (Hesyquio).
[12] Como ya se mencionaba en la nota anterior, rusmós hace referencia a una característica primordial del átomo (en la medida en que le refiere y le determina en tanto que existente particular), i. e., a aquel carácter que le permite a un átomo distinguirse de los demás («figura», «estructura» o «forma»). El rusmós es aquel carácter que identifica al átomo pues le mantiene en sus límites. Este «principio de identidad» recobrará un sentido más amplio e importante cuando se aluda a rusmós como carácter relativo a un compuesto atómico (como se verá en lo relativo a B7).
[13] Modo en que está dispuesta o estado en que naturalmente o normalmente se encuentra una cosa, para el caso, un compuesto atómico. Ello es manifiesto en B9, fragmento que posee gran relación con B7. Dice así (Sexto Empírico: Adv. Math. VII 135): «A lo que es no lo comprendemos de forma inmutable, sino sólo en tanto cambia conforme a la disposición de nuestro cuerpo y de lo que en él penetra o le ofrece resistencia» (Eggers y Juliá).
[14] «El rusmós, siendo relativo a un compuesto, equivale a estructura (atómica)» (o, como lo señala correctamente Vlastos (1946: 55), ha de significar «configuration»): Esto implica que el alma no representa un mero cúmulo de átomos casualmente compactados, puesto que, como ya se ha mencionado, ese rusmós implica que esta posee una cierta estructura que le permite conjuntarse de tal manera que le permita formar una identidad como tal compuesto.
[15] Esta noción de rusmós permite vincular lo que en el primer apartado se hacía llamar propiedad o una característica relacional que sucede al elemento primordial (ahora entendido como proceso simplemente mecánico) y, por eso mismo, de un segundo orden explicativo (post-mecánico), a lo que se ha expuesto a la luz de B7. Esto implica que epirusmié, y su contexto en B7, permite establecer que Demócrito incluye un elemento meta-mecánico (rusmós relativo al compuesto) que permite replantear una noción mecanicista ortodoxa amparada en una reducción explicativa de los procesos cognitivos a un ámbito de nivel causativo tipo dominó (empujar-tirar). De este modo, el rusmós del sujeto perceptor sufre un cambio tal que le permite superar su estado físico previo en la medida en que penetran nuevos átomos en su cuerpo y afectan fundamentalmente su alma. Su estado previo al influjo es radicalmente distinto de aquel estado post-influjo, puesto que epirusmié alude a una re-identificación tal que aquel sujeto a re-estructurado su estado (diathésis) previo.


Bibliografía

Aristóteles. (1924). Metaphysica (Edición de Innmanuel Bekker). Oxford: Clarendon Press.

Demócrito et alt. (1980). Los filósofos presocráticos (vol. III). Traducción y notas de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá. Madrid: Gredos.

Democritus and Leucipus. (1999). The atomism: Leucipus and Democritus: Fragments: A text and traslation whit a commentary. Traducción y notas de C. Taylor. Toronto: University of Toronto Press. [Versión digital]

Diels. H. (1968). Die Fragmente del Vorsokratiker.  Herausgegeben von W. Kranz. Berlin: Weidmann.

Grahan, D. (2009). The Texts of Early Greek Philosophy: The Complete Fragments and Selected Testimonies of Major Presocratics. [Versión digital].

Guthrie, W. (1984). Historia de la filosofía griega (vol. II). Madrid: Gredos.

Naddaf, G. (2005). The Greek concept of nature. New York: State University of New York Press. [Versión digital].

Searle. J (1998). Mente, lenguaje y sociedad. Madrid: Alianza.

Vlastos, G (1945). Ethics and Physics in Democritus (Part one). [Duke University Press on behalf of Philosophical Review (vol. 55, No. 1, pp. 53-64)].

Vlastos, G (1946). Ethics and Physics in Democritus (Part two). [Duke University Press on behalf of Philosophical Review (vol. 55, No. 1, pp. 53-64)].

Weiss, H. (1938). Democritus' Theory of Cognition (A Discussion of Two Aristotelian Passages concerning Democritus). [Cambridge University Press: The Classical Quarterly (vol. 32, No. 1, pp. 47-56)].